viernes, enero 05, 2007

CAPITULO 3

En la cabecera de la cama hay un pequeño sintonizador de radio empotrado. Unos botones a cada lado y una pantalla en el centro me informa de la emisora. Presiono los botones buscando en el dial una frecuencia de noticias. Después de unos pitidos dicen la hora. Son las cinco de la mañana. Ahora entiendo la resaca, puesto que es más acertado decir que todavía sigo borracho.
-¿Cuánto tiempo habré dormido?. ¿Dos horas, tres a lo máximo...?
-¿Cuánto tiempo –sigo preguntándome sin llegar a ninguna conclusión- llevo aquí?
Revuelvo las sábanas buscando mi ropa, el calor desvanece y el frío se apodera de mi cuerpo. Todavía sigo desnudo.
-¿Y mi ropa? –profiero un poco alterado.
Rabioso por la situación desbarato el lecho al completo.
Ni rastro.
-Mis calzoncillos al menos –proclamo.
Nada.
Me envuelvo con la sábana como antiguo romano y entró en el lavabo donde por fin encuentro mi ropa. Aunque lo que aclama mi atención es un redondo jacuzzi.
-Esto me habrá costado una pasta –suspiro temiéndome lo peor-, espero que sólo sea una noche y la cena –ruego en voz alta.
Mis pantalones posan en la pica, en el bidé calcetines y camisa, al lado de la puerta debajo de un albornoz de color crema, mis zapatos.
-¿Y mis calzoncillos?
Me fijo en el jacuzzi, algo yace en el fondo.
-Ja, ja –unas risas me dan un toque de gracia a mi cara y por un momento me olvido de todo-. A que me metí con ellos dentro. Qué mierda llevaba encima.
Me incorporo en el jacuzzi, el agua esta templada.
-No hace mucho que disfruté del baño.
La prenda emerge a la superficie, la escurro y fijo mi mirada ambigua a lo que tengo delante.
-¡Mierda!.
-¿Qué es esto?. No son mis boxes.
La prenda extendida que tenía frente a mí me atormenta todavía más. Un picardía de seda transparente de color negro. No recuerdo haber estado con una mujer.
-Por lo menos he tenido buen gusto –me digo mientras paso mi mano por la frente.
Imagino el cuerpo esbelto de la mujer.
-Que bombón. Seguro que era una puta –me justifico-. Yo con una tía de estas medidas, imposible. Una noventa y cinco y de cintura, de cintura alrededor de la sesenta, imposible. Demasiadas curvas para mí.
Sigo sin recordar, pero me tranquilizo pensando que era una aventura. Un rollo de una noche, o tal vez una noche de fracaso en la que terminé acudiendo al servicio de profesionales.
-¡Joder! –exclamo llevándome una mano a la boca al darme cuenta que he levantado demasiado la voz-.
-¿Qué he hecho? –susurro-, ¿qué ha pasado?. No me acuerdo de nada... ¿Dónde estuve ayer...?
Por mucho que me esfuerzo no consigo recordar nada.
Lo ultimo que pasa por mi mente, una leve imagen, es la de el bar al lado de casa tomando una cerveza. ¿A dónde fui después?...
Nada.
Son las seis de la mañana de un sábado de finales de invierno. Reflexiono y me acercó a olisquear los vasos de cubalibre. Ginebra y ginebra.
-Tomamos lo mismo, parece. Seguro que era una prostituta, una noche de fracaso. Bebí demasiado –me expongo a mi mismo-, me enfurecí con Sara, el alcohol se adueñó de mi sangre hasta que mandé todo a la mierda y recurrí a una prostituta pensando en que así me olvidaría, en que así todo mejoraría... Que iluso...
En un vaso reposa todavía algo de alcohol que bebo de un trago para apaciguar mi tormento. Aprovechando que estoy desnudo y el agua del jacuzzi todavía es apetecible me beneficio de ello.
-Necesito descansar un poco más. Necesito aclarar un poco mi cabeza e intentar recordar algo más.

Pasaron los minutos. Las burbujas calmaron mi resaca y el agua apaciguó mi cuerpo aliviándolo.

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