viernes, enero 05, 2007

CAPITULO 1

Era de madrugada, la niebla era espesa y la visibilidad prácticamente nula. El Mercedes de color oscuro avanzaba con rapidez por la autovía de Castelldefels. La densa niebla se hacía irresistible para los ojos de Sofía por más que los abría como platos y se amorraba a la luneta delantera del vehículo.
El alcohol le hacía mella a esas alturas de la noche, el bajón era considerable y la fatiga se apoderaba de ella, transformando sus párpados en un cepo difícil de mantener abierto.
“Sólo faltan unos kilómetros, menos de diez minutos, aguanta cariño en breve estarás en casa”.
Pisó a fondo el acelerador entusiasmada por llegar a casa y apaciguar la larga noche de fiesta con un buen descanso. La sábana de suave seda le recorría la espalda en su imaginación, las ganas de posar en su cama después de aquélla larga noche era muy tentadora. Sólo necesitaba eso, un buen descanso.
Una ráfaga le atravesó la cabeza, un dolor intenso se centro en su sien. El malestar hizo que perdiera el control del vehículo. Por un instante el Mercedes Benz invadió el carril contrario. Levantó la vista, solamente niebla. Apartó su mano derecha de la sien y aferró el volante con las dos manos volviendo a dirigir con sumo cuidado el coche a su carril. Un pitido ensordecedor la hizo estremecerse de nuevo. No veía nada.
“Joder. ¿Quién pita?, no veo a nadie.”
El pitido era grave como el de un camión pero la niebla impedía divisar a más de diez metros. Miró por el retrovisor pero aparte de una espesa nube no se veía nada. Era una de aquellas noches de invierno que merecía la pena quedarse en casa.
“Debería ver las luces, a no ser que no lleve luces antiniebla.”
Los pinchazos de su sien arremetieron, pero aún así se notaba pesada, fatigada. Observaba el retrovisor, pero no divisaba ningún vehículo. Aminoró la marcha, percatándose del peligro. Parecía que la embriaguez perdía su intensidad y las ideas se aclarecían.
“Nadie me espera en casa. Falta poco y no tengo prisa. La cama no se moverá de su lugar habitual.”
El sonido estruendoso del claxon se hizo notar por segunda vez. Sus reflejos ralentizados por el alcohol mandaron órdenes lo más rápido posible a sus ojos, que cubiertos de filamentos rojos se fijaron de nuevo en el retrovisor.
“¿Dónde está?. ¿Quién me da por culo...?.”
En ese instante sin terminar de quejarse en voz alta un camión de grandes dimensiones cruzó de frente por el carril de su izquierda, en tan sólo un segundo el destello de las luces la cegó y volvió a perder el control del vehículo. Erguida y apegada en tensión a su asiento sujetó el volante con fuerza manteniendo a ciegas la dirección. Aminoró más la marcha, sus ojos recuperaron la tenue luz de sus luces antiniebla frente la espesa nube y el asfalto.
“¡Dios!. ¡Quiero llegar a mi casa! Maldita sea, camionero de mierda. Será estúpido el tío, se creen los amos, ¡joder!”.
Se recompuso como pudo, vio su salida, se desvió a mano derecha saliendo de la autovía. Antes de llegar a su urbanización tenía que cruzar la autovía por encima y pasar por el paseo marítimo. Al cruzar el puente se sintió a salvo y paró el coche en una explanada que se extendía al final de éste.
El automóvil se paró en seco, la puerta se abrió y a la velocidad del rayo Sofía salió del coche, intentado alejarse lo máximo posible. El alcohol salió por su boca a borbotones estrellándose contra el suelo. La noche había sido muy movida. La cena, el alcohol, un poco de marihuana, sexo y ahora esto; esa horrible migraña, el camión..., su estómago le pasaba factura.
En la explanada se oyó el sonido de un motor. Un vehículo se puso en marcha, dio marcha atrás y salió de donde estaba aparcado, a la inmediación de un árbol. Se dirigió a la salida, las luces del flamante BMW deslumbraron a Sofía y a su Mercedes. Las arcadas le vinieron de repente y no se percató de que había bloqueado la entrada de la explanada y el BMW no podía salir.
-Señorita, ¿se encuentra bien?
Sofía alzó la cabeza, un chico joven de facciones muy marcadas asomaba la cabeza por la ventanilla. En el lado del acompañante distinguió una joven de melena rubia y muy atractiva. Esa explanada era un parking público en verano por el día y durante todo el año un asiduo picadero de parejas por la noche.
-Sí, gracias. Simplemente una mala noche –Sofía se incorporó, y avanzó hacia el coche. Era una noche fría y se fijó en la rubia, el deslumbramiento de las luces no le permitía ver al chico.
“Con el frío que hace y esta putita en sostén, menuda juerga se habrán pegado”.
-Ya mismo aparto el coche –dijo Sofía antes de entrar en el Mercedes.
-Tranquila no tenemos prisa- respondió el joven y sacando un brazo por la ventanilla canturreó-. ¡La noche es larga..., vi... vi... viva la fiesta!
Al montarse en el coche Sofía los veía a los dos, la chica le metía la mano por sus partes por la posición que apreciaba del brazo. Él le acariciaba el pecho por encima del sostén y le besaba el cuello con minúsculos mordiscos.
Retiró el coche a un lado, el BMW seguía enfrente sin moverse. Bajó la ventanilla y dejó que la brisa le acariciará la cara, estaba algo mareada. Se frotó la frente y pensó en horas atrás.
-Adiós señorita, espero que acabe bien la noche –una sonrisa se dibujo en los labios del chico y un gesto retorcido de la chica rubia mostró que ahora llevaba el seno izquierdo fuera del sostén.
El BMW pasó y se alejó por el paseo.
“Estos pijos sólo saben vacilar, comprar, y sobretodo el sexo. Les vuelve locos eso de vacilar con... me he pasado por la piedra a Ainoa, a Laura, a Vero... y sobretodo apostar con quien se van acostar esa noche”.
El cortante frío la despejó, desvaneció ligeramente su mareo y el alcohol parecía quedarse atrás. Giró la llave poniendo el coche en marcha.
“Mejor que llegue a casa de una vez”.

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